Cuando Ángel ingresó a baloncesto por su 1.59 metros de estatura muchos le dijeron que las probabilidades de ser un buen jugador eran pocas, sin embargo, sostuvo su motivación por seguir entrenando en parte gracias al consejo de un profesor que le mostró jugadores de baja estatura que lograron destacarse profesionalmente.
El baile es su canal de liberación, le da tranquilidad y le sirve para meditar. Inició a los 14 años, desde entonces ha tenido la oportunidad de participar en diferentes eventos a nivel local, distrital y una vez en un festival internacional de hip hop donde bailó para un músico de rap.
Viviendo la calle
Inicialmente la familia de Ángel desaprobaba su interés por el baile, mamá y papá asociaban el hip hop, el breakdance y el rap con el consumo de psicoactivos y otros hábitos nocivos, pero el proceso de su hijo les demostró que está expresión cultural urbana puede ser una herramienta para el cambio y la construcción de ciudadanía.
Su ingreso a la casa cultural OVC (Otra Visión Cultural) donde aprendió breakdance se dio por invitación de un profesor a participar de una convocatoria barrial, por esa época permanecía mucho tiempo deambulando por las calles de Ciudad Bolívar con amigos y reconoce que a veces se metían en problemas.
Reconoce que ese proceso le significó un cambio positivo y de transformación de pensamiento, pues se involucró en proyectos enfocados a la recuperación del espacio público y el arte como instrumentos para alejarse de los vicios y otra manera de relacionarse con la calle.
Además, su experiencia con el breakdance lo llevó a trascender de la práctica a la pedagogía y ayudar a otros jóvenes de su barrio a hacer algo productivo, hoy dirige talleres en la casa de la cultura donde se formó, en un colegio de la localidad y en eventos al aire libre.
Además, de la exploración artística que le permite este espacio, también ha desarrollado capacidad para gestionar recursos a través del arte y consolidar redes interinstitucionales que favorezcan la educación y el trabajo de los jóvenes.
La oportunidad académica
Ángel es parte de Acompaña un Sueño desde los 4 años. De sus inicios recuerda:
“…me daban útiles escolares porque en ese tiempo no tenía, en si era mi mamá la que no tenía presupuesto para ayudarme con las cosas de mi estudio… Y a pesar de que en mi educación hubo algunos problemas, pues no pude terminar el bachillerato regularmente, me dieron la oportunidad de validar y avanzar con mi especialización en pedagogía.”
Su gusto por el deporte sumado a la guía e impulso que ha recibido de algunos profesores le inspiraron para iniciar estudios técnicos y así certificarse como docente en entrenamiento deportivo.
Ahora que realiza la etapa de formación técnica, Ángel recibe de parte del Programa el pago de la matrícula semestral, y auxilio económico para transportes, almuerzos y refrigerios. Además, participa de salidas de descanso y recreación.
El futuro
Ángel se proyecta en la docencia, le gustaría salir a la calle y ayudar a niños a que entrenen o bailen, pues reflexiona que si hubiera conocido el breakdance antes, tal vez hubiera tenido la posibilidad de ayudar a amigos que ya no están o a quienes han tomado malas decisiones y hoy están privados de la libertad.
De igual modo su visión es bailar a nivel profesional, resalta que parte de la riqueza del breakdance es que tiene múltiples combinaciones de ritmos como salsa, merengue, bachata, capoeira; todo depende de la capacidad de entregarse a la música, las acrobacias salen con el tiempo y mucha dedicación.
Actualmente él ensaya entre 3 a 4 horas al día, 6 veces a la semana, le gusta hacerlo en la noche porque después del intenso entrenamiento llega a la casa a dormir profundamente.